Que quede la tierra sin cenizas,
Ausente su esencia enterrada,
Salen por las noches,
Vagando por las horas,
Entre el segundero y el minutero,
Blanca la espuma del rastro,
Las huellas de guía pretenden.
Piedad, señor, piedad
Vaga por ahí aventurero en busca de letras que el viento se ha llevado, esas que ningún oído ha capturado o, quizá, aquellas que han dejado ir por el otro oído. Anda cazando con una cazuela, a veces con una red. Las atrapa y las colecciona en cajitas de madera. Las junta, las pega, las reúne, las empareja, las deshace, las rehace, las dibuja, las colorea, las etiqueta, las mezcla hasta encontrar la receta perfecta que produzca sonido galante y armonioso, aquel placentero para los demás.
Las busca aquí y allá, flotando en la inercia que las lleva al cementerio de las letras, es ahí donde mueren a la eternidad, destinadas a ser olvidadas.
Ya que ha dado con la combinación exacta, entonces las pega al papel, de ahí no se irán y nunca morirán. Serán recordadas, inmortalizadas.
Sin casa y sin reino, andador que siempre encuentra casa debajo de cualquier árbol, la comida se lo dan los mismos. No obedece rey, no conoce territorios, todo es uno, y este uno lo es todo.
Cuatro reyes que gobiernan Wonderland, al norte, al sur, al este y al oeste, cual cliché, cual historia típica y predecible. Los corazones, los tréboles, las espadas y los diamantes. Al rojo y al negro. Papelitos que ha corroído el tiempo. Viejos gobernadores de tierras esparcidos al viento.
Su séquito enumerado, las esposas, bufones y los demás. Todos al castillo, disponibilidad absoluta a placer de los soberanos.
Poco trabajo, mucho juego, que si el té, el criquet, el paseo, la merienda, luego la cena, las compras, las fiestas. ¿Suena familiar?
Noticia de último momento: El rey de tréboles ha fallecido en su cama anoche. Un ataque al corazón se declaró, pero parece sospechoso el par de labios pintados sobre su frente.
3 kings remaining.
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