martes, 30 de diciembre de 2008



La zona rosa, la azul, la verde y la amarilla. Así dividió el corazón. Espacios con vacantes, otros simplemente censurados. Un espacio prohibido, el otro al cien permitido. Cruzó, además, dos clavos en el centro, amarrados con una tira de estambre negro, el luto. Mientras coloreaba un nuevo mundo en su imaginación, transcribía las palabras del rey de espadas, quién emitía nuevas leyes, órdenes y prohibiciones para los extranjeros. Medidas nuevas para detener al príncipe de lejos que ganaba seguidores a su paso. Lo apoyaban las efímeras, también las turquesas, parecía estar de su lado el cazador de letras, y ahora el caperuzo, que por inercia atrapaba las palabras del rey en el papel, dudaba del lado del que estaba. El poco apreciado por su trabajo obedecía sin cuestionar y se desempeñaba sin importarle los insultos de los monarcas.

Habría el paso a la zona verde, y dejó hablar a su corazón, que le guíe el sentimiento a tomar la mejor decisión. Los monarcas que aún se mantienen, el triángulo de prepotencia, o el nuevo que puede ofrecer mejoría, aunque podría, también, tratarse de una ilusión creada por los habitantes desesperados por cambio. 




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