martes, 15 de junio de 2010




EL OTRO


Hay alguien más aquí, escondiéndose en la lógica de la ecuanimidad, aquella que se presenta más a tiempo que a destiempo. Y aquél, quien vive en la otredad, reflejo némesis de una casualidad, el punto donde divergieron las mentes y se divorciaron las almas.

Hoy soy el otro para aquél, y él la otredad para mí, en parelelo, equidades equidistantes, lejanamente extranjeras, pero tan familiares como los hijos de Zeus.

Las horas marcadas fueron el nacimiento y serán la muerte. El uno vive en la negación del otro, e inversamente proporcional al sentimiento que fluye frente al espejo. Antiquísimo enfrentamiento de caballeros, el blanco y el negro, pero más allá del perfil, la locura contra la cordura.

La paciente monotonía que desfigura el rostro de quien no se pone botas para correr sobre el asfalto. De día y de noche, huir del encarcelamiento de una puta libertad disfrazada de dama de sociedad, aquella que abre las piernas para ofrecerte su sexo, pero al llegar el turno sólo las abre para atraparte. Así el pobre que corre se cansa, y al llegar a su oasis, son sólo ilusiones. Pero ya no es sólo la otredad el cansado, su contraparte se mancha las manos de tinta equivocada, la que envenena las hojas. Ahora el espejo se ve sucio y ya no permite las turbulentas visiones.

La convergencia en planos cartesianos, fracciones rozando coincidencias.





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