lunes, 5 de abril de 2010




Triste puta vieja


El pedazo blanco seguía intacto, mientras dialogaba la noche con mis sábanas, pero faltabas tú y no te atrevías a entrar. Tras la puerta sin tocar, con el puño desenvainado y litros de alcohol en la sangre, pero ni eso fue suficiente.

No había señales confusas, era demasiado claro todo, al menos eso me parecía. Con el paso de los años aprendiste a no tocar la puerta, pero si muy bien otras cosas. Y hoy que te veo en mis fotos, recuerdo sonriente tus torpes movimientos de la primera vez. Tu sostén no cedía, tus codos me golpeaban el rostro, las almohadas entorpecían, y tus nervios me encantaban.

Supongo, después de 3 hijos, ya tendrás vasta experiencia. ¿En qué momento pasaste de santa a puta? Tus senos fueron el camino más recorrido; tu vagina, el recoveco mejor conocido por mis amigos, y yo de idiota, seguía soñando con tus besos, mientras los demás robaban tus piernas.

Las ilusiones caducan, y el enamorado se cansa de sufrir. Pero mirémonos al espejo un segundo, tú la experta madre de 3, de padres diferentes, más 5 abortos acumulados, y muchas lágrimas gastadas. Tu futuro prominente jamás llegó, lo cambiaste por un pene y ahí todo quedó.

Ahora eres tú la que voltea a verme con admiración, cuando siempre lo hacías con engaño. Pero hoy no te necesito, ya tampoco te deseo, para cosas usadas mejor un auto, que tu sexo ya está muy depreciado.

Mi traje me ha costado años, pero mi futuro apenas empieza, en cambio el tuyo se acabó antes de abrir la caja de regalos. Pero si te sirve de consuelo, siempre tendrás los recuerdos mientras envejezcas sola en la mecedora.





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