jueves, 26 de noviembre de 2009




Sin tapujos


Aquí, seco, esperando,

Letargo milenario,

Creo que me he vuelto intolerante a la estupidez,

Y no termina de gustarme el verde pistache.


Amo los lácteos, y no como animales

A veces extraño la carne,

Otras me da asco,

La sangre ha dejado de ser lo mío,

Prefiero tinta negra.


No comprendo el movimiento de las nubes,

Y no me interesa conocer a Paris Hilton,

Suelo soñar en negro,

El blanco lo gasta mi almohada,

Hasta el momento en que suena la alarma.


A las 6 despierto en rutina,

El baño, la corbata y viaje al poniente,

Hasta las 8 termina, tal vez después,

Y al sentarme frente al teclado,

Mis manos se entumen sin nada.


El conflicto de la mente bipolar,

Que si el lienzo o el papel,

Lápiz o pincel,

Y yo, tan solo de espectador,

Un inútil mediador.


Los libros han perdido atractivo,

Gana un poco de terreno los colores,

Esos que han manchado mis manos,

Aunque aún falte práctica.


Habrá que lavar los vasos junto a los pinceles,

Y bajo los platos de porcelana guardar el aguarrás,

No soy de pocas palabras,

Por el contrario, no hay quien me calle,

Hacer amigos hasta con la pared de enfrente.


No me enojo fácilmente,

Pero qué miedo si he de hacerlo,

Hay palabras que hieren a muerte,

Y las mías no son nada inocentes.



1 comentario:

Gala dijo...

¿A caso almas gemelas? Yo pienso que sí, pero esta estupidez suele concebirlas de otra manera, tal vez por eso te has vuelto intolerante a ella. Eres de los personajes más interesantes de mi historia, mi pintor de caras, amante y amigo. Hoy vivimos la guerra del consumismo. Ya no quedan las cartas batalla a priori, ni el cambio de continente con la maleta llena de promesas. Hoy sólo queda eso encontrar espiritualidad en la abstinencia a la carne, cuando a la boca llevamos vegetales transgénicos, el mundo futuro que describió Mecano en una de sus canciones. Viajar como locos enjaulados en una ciudad. Transito contra corriente y ese viento que entume hasta el cerebro. Dejar pasar el tiempo a veces hasta parece que sobra mucho, nos damos el lujo de desperdiciarlo, en esos traslados vacíos. Llegar a tiempo ¿para qué? ¿La historia cambiaría?

Lo he leído varias veces y me produce tu imagen, luego me produce impotencia, ganas de decir “yo también”, pero todo se disuelve en una penumbra, en un pesar oculto, que me hace pensar que no la pasamos bien después de todo. Percepción errónea tal vez.

¡Mucha luz!