martes, 17 de febrero de 2009




Son mis manos las que ya no esconden los secretos,

Mientras que las estrellas sólo guardan los deseos.

Cayó sobre mí la  maldición de Karná,

Muerte al cielo que cubrió mi nacimiento,

El bautizo forzado entre aguas rojas de sangre,

Mito que cometió pecado antes de nacer,

Quien niegue seré yo a mí y a ti,

Las tierras que ya no se abren a mis pasos,

Murmuran las piedras a mis espaldas,

Viene por ahí el ingrato a regar su peste,

Cúbranse todos bajos las arenas del desierto perdido,

El que nunca encontró la salida a la soledad.

Pobre ser, de extraña mirada que aborrece el infierno,

Piel de casi balada arrítmica, descomposición de los versos,

Caigan letras, divorcio entre las palabras,

Ya no más cartas a la amante,

Se acaban las historias,

Adiós hoy y siempre,

Muerte una vez más, matar al maldito,

Sin nervios, sin venas, sin llanto arrepentido,

Adiós a la caballería pintada de azul,

Escudos plateados de falso metal,

Ya no habrá héroes ni villanos,

Solo nubes recorriendo el mundo,

Saludando a los extranjeros con gris sombrero en mano. 




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