La pobre chica nunca imaginó que enamorarse le dolería tanto.
Hoy llora de pie a su tumba por aquellas tardes de besos y abrazos fuertes,
las noches de pasión y dulces sueños,
esas cenas no tan románticas viendo televisión en el sofá,
ese anillo de compromiso que nunca se entregó,
el hermoso vestido de novia que no vestirá.
Sufre al recordar las duchas compartidas,
las risas espontáneas,
esas sorpresas de aniversario.
Llora porque ya no regresará,
porque lo extraña,
porque fue difícil empezar y así de fácil termina.
Llora por aquel futuro que nunca será.
Llora, llora.