jueves, 16 de julio de 2009
Y se asoma la rubia por la ventana, pero no ve más allá del azul horizonte, las nubes opacan la vista y ocultan verdades.
Mientras tanto la esperan en la cocina, con copas de vino y un par de servilletas, y ahí tampoco observa lo que hay detrás del rostro bello.
Le han dicho lo que debe ser, a pesar de no ser lo que debiera ser, pero cree ingenua en la olla de oro al final del arcoíris.
Crece la niña inmadura aferrada al cuento de hadas, ese que le contaban a punto de dormir, ensoñando el futuro rosado color de dólar plástico.
El reloj pisando talones, y marcha nupcial se anuncia ya pronta, pero frente al altar uno miente sus promesas e incumple al corazón.
Las manchas moradas las cubre el maquillaje, pero las heridas de la piel se inmortalizan en las venas. Sigue su trabajo diario, trono al patio y sartén por cetro. La corona robada fuera de casa.
Al grito de auxilio ya no corre nadie, es silencioso, solamente ruidoso en la suela de sus zapatos, testigos de una historia que llega a su fin.
Abdica su reino la dueña por derecho, y usurpa el lugar la extranjera de ojos verdes, ella que demanda y no se calla.
Se asoma la rubia por la ventana, y al ritmo de la lluvia de verano desahoga sus fracasos, aprovecha hoy y lava los cristales.