


Y se asoma la rubia por la ventana, pero no ve más allá del azul horizonte, las nubes opacan la vista y ocultan verdades.
Mientras tanto la esperan en la cocina, con copas de vino y un par de servilletas, y ahí tampoco observa lo que hay detrás del rostro bello.
Le han dicho lo que debe ser, a pesar de no ser lo que debiera ser, pero cree ingenua en la olla de oro al final del arcoíris.
Crece la niña inmadura aferrada al cuento de hadas, ese que le contaban a punto de dormir, ensoñando el futuro rosado color de dólar plástico.
El reloj pisando talones, y marcha nupcial se anuncia ya pronta, pero frente al altar uno miente sus promesas e incumple al corazón.
Las manchas moradas las cubre el maquillaje, pero las heridas de la piel se inmortalizan en las venas. Sigue su trabajo diario, trono al patio y sartén por cetro. La corona robada fuera de casa.
Al grito de auxilio ya no corre nadie, es silencioso, solamente ruidoso en la suela de sus zapatos, testigos de una historia que llega a su fin.
Abdica su reino la dueña por derecho, y usurpa el lugar la extranjera de ojos verdes, ella que demanda y no se calla.
Se asoma la rubia por la ventana, y al ritmo de la lluvia de verano desahoga sus fracasos, aprovecha hoy y lava los cristales.
Vaga por ahí aventurero en busca de letras que el viento se ha llevado, esas que ningún oído ha capturado o, quizá, aquellas que han dejado ir por el otro oído. Anda cazando con una cazuela, a veces con una red. Las atrapa y las colecciona en cajitas de madera. Las junta, las pega, las reúne, las empareja, las deshace, las rehace, las dibuja, las colorea, las etiqueta, las mezcla hasta encontrar la receta perfecta que produzca sonido galante y armonioso, aquel placentero para los demás.
Las busca aquí y allá, flotando en la inercia que las lleva al cementerio de las letras, es ahí donde mueren a la eternidad, destinadas a ser olvidadas.
Ya que ha dado con la combinación exacta, entonces las pega al papel, de ahí no se irán y nunca morirán. Serán recordadas, inmortalizadas.
Sin casa y sin reino, andador que siempre encuentra casa debajo de cualquier árbol, la comida se lo dan los mismos. No obedece rey, no conoce territorios, todo es uno, y este uno lo es todo.
Cuatro reyes que gobiernan Wonderland, al norte, al sur, al este y al oeste, cual cliché, cual historia típica y predecible. Los corazones, los tréboles, las espadas y los diamantes. Al rojo y al negro. Papelitos que ha corroído el tiempo. Viejos gobernadores de tierras esparcidos al viento.
Su séquito enumerado, las esposas, bufones y los demás. Todos al castillo, disponibilidad absoluta a placer de los soberanos.
Poco trabajo, mucho juego, que si el té, el criquet, el paseo, la merienda, luego la cena, las compras, las fiestas. ¿Suena familiar?
Noticia de último momento: El rey de tréboles ha fallecido en su cama anoche. Un ataque al corazón se declaró, pero parece sospechoso el par de labios pintados sobre su frente.
3 kings remaining.